martes, 14 de septiembre de 2010

Las personas no cambian


Definitivamente, este fin de semana quebré. Quebré como lo solía hacer cuando era más chica.
Llegó un punto en que mi tanque de tolerancia se cargo de odios, broncas e injusticias y me pegó.
Primero empezó por la piel: ardor, picazón, escamas. Siguió por mi pecho: angustias, falta de hambre (o ansiedad excesiva), vómitos. Salió por mis ojos: ganas de llorar, impotencia por no poder hacerlo.
Tuve ganes de quedarme encerrada en mi casa, descargar toda esa mierda que tenía adentro, golpear y golpear la pared hasta que mi puño sangrase o hasta que no soportara más el dolor y la hinchazón. Pero no, esta vez no hice eso, salí.
Salí con dos personas maravillosas que me hicieron ver que no todo estaba tan mal, o que al menos, es posible desenchufar un poco la mente.
Sin embargo, hoy a dos días de esa fractura, sigo igual. No, igual no, peor. Ya no quiero demostrar más lo que siento, prefiero quedarme así, en mi mundo de caretas, en el mundo del "todo esta bien", en una realidad de fantasía. Creo que pertenezco a ese mundo desde ya hace varios años, y por más que la normalidad y el mundo terrenal golpee a mi puerta, no le quiero abrir.
Quiero quedarme acá, donde sé que nadie más va a poder lastimarme, donde sé que no voy a lastimar a nadie.
No quiero salir, quiero hundirme, como aquél que se hunde con su barco.
Esta vez, nadie me va a levantar, pero porque yo no quiero. Quiero tocar fondo, quizá sea eso lo que necesite para poder empezar a salir, o no. Nunca se sabe hasta que no se llega.





//¿Por qué se suicidan las hojas cuando se sienten amarillas?

1 comentario:

  1. espero que tus animos esten mejor , arriba , dale , avante! , te he dejado algo en mi blog para ti , espero te guste saludos! animo!

    ResponderEliminar